Las bebidas energéticas son aquellas no alcohólicas que contienen cafeína, taurina y vitaminas (sobre todo del grupo B). Algunas veces van acompañadas de otros ingredientes como: ginseng, glucorono-y-lactone, carnitina, gingko y guaraná.
Es importante no confundir este tipo de bebidas con las bebidas isotónicas o deportivas. Las energéticas prometen potenciar el rendimiento físico e intelectual, sin embargo, su uso aumenta también la aparición de efectos secundarios negativos.
La principal advertencia es que los niños no deberían consumirlas y que, para algunos grupos de personas, podría ser potencialmente peligrosa: Jóvenes menores de 18 años, mujeres embarazadas, personas muy sensibles a la cafeína y personas que están tomando determinados medicamentos.
Hasta ahora se ha mostrado que las bebidas energéticas pueden elevar la presión arterial a jóvenes sanos –público preferido de sus estrategias de marketing-, aumentando así el riesgo a padecer eventos cardiovasculares; asimismo se ha asociado con modificaciones de la conducta y alteraciones en las capacidades cognitivas en jóvenes que han ingerido grandes cantidades de estas bebidas.
Consumir bebidas energéticas de manera descontrolada no es una buena idea para nuestra salud. Una lata común puede tener hasta 20 cucharaditas de azúcar, con los problemas que ello genera. Además, su alto índice de cafeína puede producirnos alteraciones en el sueño y en la tensión arterial, así como palpitaciones cardíacas o náuseas.
Pero, sin duda, lo más peligroso es que estas bebidas, comúnmente, se combinan con alcohol, pues las bebidas energéticas enmascaran los efectos del alcohol sobre el sistema nervioso central.
Las bebidas energéticas con cafeína alteran la actividad eléctrica del corazón y aumentan la presión arterial. Estudios relacionan su consumo con paro cardíaco e infarto de miocardio. Incluso, podrían estar relacionadas con un espesamiento de la sangre.
Aunque este estudio sería el más reciente, existe más evidencia científica sobre los efectos perjudiciales. Y en todos ellos el sistema cardiovascular, junto con el sistema nervioso, es el más perjudicado.
Los efectos adversos de la cafeína en el sistema nervioso suelen aparecer con dosis de 200 mg y superiores, aunque esto puede variar mucho entre distintas personas. Para hacernos una idea, algunas de estas bebidas energéticas contienen entre 100 y 200 mg de cafeína por unidad.
Sin tener en cuenta que suele ir acompañada de otros ingredientes estimulantes que podrían potenciar su efecto. Los síntomas pueden incluir ansiedad, inquietud, insomnio, espasmos musculares o períodos de inagotabilidad.
Es uno de los ingredientes principales de casi todas las bebidas energéticas. La mayoría de ellas contienen más que los refrescos habituales y muy por encima de las cantidades máximas recomendadas: no más de 25 gramos en niños y adolescentes.
Los efectos que producen los azúcares libres consumidos en exceso son obesidad, caries dental, aparición de otros problemas como la resistencia a la insulina, riesgo cardiovascular y el empeoramiento de determinados indicadores de salud como son los triglicéridos y la presión arterial.
Los niños son especialmente vulnerables a los riesgos que conllevan estas bebidas. Tienen un volumen corporal más pequeño y unas rutas metabólicas no tan desarrolladas. Por eso, son más sensibles a una intoxicación por cafeína. Por otro lado, su mezcla con el alcohol plantea otro peligro, incluyendo tasas más elevadas de consumo excesivo y de riesgo de dependencia del alcohol.
Esta entrada ha sido publicada el 13/07/2021 12:30
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