Pues sí, la siesta es tan importante para el ser humano que a lo largo de los años la ciencia ha dedicado múltiples estudios que le dan un valor trascendental. Incluso, los estudios científicos han tipificado la siesta según las siguientes modalidades: por necesidad y por costumbre. A continuación sabrás de qué se trata cada una de ellas.
Este tipo de siesta consiste en “echar una cabezada” justo en ese momento cuando se siente o resulta cuesta arriba mantener los ojos abiertos. Por lo general, es la que se practica cuando por motivos laborales o por falta de tiempo no puedes dormir durante la noche el tiempo necesario.
Se ha comprobado que ayuda a reducir los riesgos de lesiones o accidentes que tienen que ver con la privación del sueño.
Esta se prevé con anticipación y, por lo general, la practican personas aunque no tengan sueño. Se le considera una siesta programada porque es un hábito que se cumple a una misma hora todos los días. Ese tipo de “descanso programado” es considerado un buen mecanismo para evitar lo que se conoce como cansancio posterior.
También se puede considerar dentro de esta modalidad, aquel sueño que podemos realizar sabiendo que a la noche posterior no vamos a poder dormir las horas aconsejadas.
La ciencia también ha tipificado las siestas de acuerdo a la duración siendo estas: la de 30 minutos, la de 60 minutos y la de 90 minutos o más de una hora. Sin embargo, también existen algunas referencias que sugieren o señalan una siesta de 10 minutos. Esta es una modalidad cuya duración es de apenas 10 minutos pero que deja beneficios inmediatos como mejorar la productividad y la concentración.
También es llamada la siesta de la energía porque aunque sea más corta, sus efectos positivos se traducen también mejoras inmediatas de la somnolencia, la latencia del sueño, el rendimiento cognitivo y a la fatiga.
Si bien esta siesta tiene muchos beneficios, existe el riesgo de que si se prolonga hasta los 30 minutos, el cuerpo comienza a entrar en la llamada etapa II del sueño, es decir, una de las primeras fases del sueño profundo. Si ésta no se alarga más de 30 minutos se evitará la sensación de perturbación. Estudios relacionados con este tipo de sueño señalan que sus efectos pueden contrarrestar el efecto hormonal producido por una noche de muy poco sueño.
Para este tiempo ya es recomendable ir a la cama. Dormir más de 30 minutos y menos de 90 puede aumentar el riesgo de despertar con la pereza del sueño, dando lugar a una sensación de torpeza, atontamiento y perturbación similar a la que se siente con una resaca, que se resuelve en apenas media hora.
Las siestas de una hora (60 minutos) han demostrado que ayudan a sentir rejuvenecimiento, e incluso mejoran significativamente los recuerdos, en especial aquellos que tienen que ver con hechos recientes, con caras y con los nombres. Además de todo esto, dormir una hora contribuye a impulsar un estado de alerta hasta 10 horas más tarde.
Esta entrada ha sido publicada el 06/07/2021 12:30
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